El desafío de controlar malezas: estrategias integradas para un manejo eficaz

El desafío de controlar malezas: estrategias integradas para un manejo eficaz

Nacionales.  La rotación de cultivos, el monitoreo constante y el uso de tecnologías avanzadas son claves para un control efectivo de estos enemigos del rinde.

La lucha contra las malezas es uno de los mayores retos que enfrenta la agricultura moderna. Estas plantas indeseadas compiten directamente con los cultivos por recursos vitales como agua, luz y nutrientes, y pueden causar pérdidas significativas en la producción. Además, algunas malezas presentan sustancias tóxicas que comprometen la seguridad de los alimentos y, en algunos casos, su presencia en las cosechas es penalizada durante la comercialización.

Ante este panorama, los expertos del INTA Anguil y la Agencia de Extensión Rural (AER) del INTA General Pico han elaborado una serie de recomendaciones para mejorar el manejo de malezas resistentes, especialmente en el noreste de La Pampa, el oeste de Buenos Aires y el sur de Córdoba.

La importancia de la rotación de cultivos y el uso de herbicidas
“Las malezas son el principal factor biológico que limita la productividad agropecuaria en estas regiones”, afirma Camilo Montes, especialista de la AER General Pico.

Una de las estrategias más efectivas para combatir las malezas es la rotación de cultivos. Esta práctica interrumpe los ciclos de vida de las malezas, dificultando su adaptación y reduciendo la presión de selección que lleva al desarrollo de resistencia a los herbicidas. Alternar diferentes especies de cultivos no solo diversifica el entorno, sino que también complica la supervivencia de las malezas, haciéndolas menos competitivas y más fáciles de manejar.
Montes también subraya la importancia de utilizar productos químicos con distintos modos de acción. El uso repetitivo de un mismo herbicida o de productos con el mismo mecanismo incrementa el riesgo de que las malezas desarrollen resistencia. Por eso, es fundamental alternar los herbicidas y combinar diferentes modos de acción para mantener la eficacia del control químico. Además, las tecnologías de aplicación cada vez más precisas permiten realizar tratamientos específicos en las zonas afectadas, lo que reduce el uso generalizado de herbicidas y minimiza el impacto ambiental.

Monitoreo constante: clave para el éxito
Jorgelina Montoya, especialista de la EEA Anguil del INTA, recomienda un monitoreo constante de los lotes agrícolas como parte integral del manejo de malezas. Realizar inventarios regulares permite una detección temprana de malezas problemáticas y facilita el ajuste de las estrategias de control según las condiciones específicas de cada lote. Este seguimiento es especialmente crucial para identificar biotipos resistentes y tomar medidas correctivas antes de que se conviertan en un problema mayor.

El monitoreo no solo ayuda a mantener bajo control a las malezas ya presentes, sino que también actúa como una herramienta preventiva. Al estar al tanto de la situación en cada lote, los productores pueden anticiparse a posibles complicaciones y ajustar sus prácticas de manejo de manera oportuna.

Herramientas no químicas: cultivos de cobertura y tecnologías de remoción mínima
Aunque los herbicidas son una parte esencial del manejo de malezas, no son la única herramienta disponible. Los cultivos de cobertura, por ejemplo, juegan un papel importante durante los períodos de barbecho. Estos cultivos, sembrados estratégicamente, compiten con las malezas por los recursos y suprimen su crecimiento, lo que reduce la necesidad de recurrir a productos químicos.

Montoya señala que los cultivos de cobertura no solo controlan las malezas, sino que también mejoran la salud del suelo. Ayudan a mantener la estructura del suelo, aumentan el secuestro de carbono y mantienen una rizosfera activa, acortando los períodos de barbecho y manteniendo el suelo protegido. Estos beneficios adicionales hacen que los cultivos de cobertura sean una opción atractiva para los productores que buscan un enfoque más sostenible en el manejo de sus tierras.

Además, existen herramientas tecnológicas que facilitan el manejo de malezas sin recurrir a productos químicos. Implementos de mínima remoción del suelo, por ejemplo, permiten un control mecánico efectivo, lo que mejora la eficacia general del manejo de malezas y contribuye al cuidado del suelo.

Desafíos específicos en diferentes estaciones
Las malezas no afectan a los cultivos de la misma manera en todas las estaciones del año. Un estudio del INTA identificó que las malezas más problemáticas en los cultivos primavero-estivales en el noreste de La Pampa, oeste de Buenos Aires y sur de Córdoba son Amaranthus sp. (yuyo colorado), Conyza bonariensis (rama negra), Kochia scoparia (morenita), entre otras. Estas malezas afectan principalmente a los cultivos de maíz, soja y girasol.

Por otro lado, durante la temporada otoño-invernal, los problemas se concentran en el barbecho químico y los cultivos de trigo y verdeos de invierno. Malezas como Conyza bonariensis y Kochia scoparia, junto con otras especies como Brassica rapa (nabo) y Avena fatua L. (avena guacha), representan un desafío considerable durante esta época del año.

Un enfoque integrado para el manejo de malezas
El manejo efectivo de malezas requiere una estrategia integrada que combine prácticas agronómicas, tecnológicas y químicas. La rotación de cultivos, el uso de herbicidas con diferentes modos de acción, el monitoreo constante y la implementación de herramientas no químicas son todas piezas clave en este enfoque. Al adoptar estas prácticas, los productores no solo pueden controlar las malezas de manera más eficaz, sino que también pueden mejorar la sostenibilidad y la productividad de sus tierras a largo plazo.

Fuente: Inta

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